SABIDURÍA PRÁCTICA (II)




Sabiduría práctica (II) | Caminos del lógos. Filosofía actual y crítica de la cultura.
SABIDURÍA PRÁCTICA (II)


FILOSOFÍA | ARTÍCULOS
 
Seguimos explorando el aspecto más "técnico" de la filosofía como forma de alcanzar la "felicidad".


D+D Puche [info]
 
#Sabiduría #Autognosis #Autocontrol
#Presocráticos #Sócrates #Platón
 
 
Sería muy tópico describir tales prácticas, representativas del modo de vida propio del filósofo y así, ejercicios de “sabiduría aplicada”, trayendo a colación las escuelas helenístico-romanas; especialmente el estoicismo y el epicureísmo, que no por casualidad han atraído un tremendo interés popular en estos tiempos de crisis económica y pandemia, de pérdida de horizontes vitales y deterioro de la salud mental. Parece, ciertamente, que éstas fueron corrientes filosóficas “útiles” frente a las grandes filosofías “teóricas” precedentes, intelectualmente mucho más sistemáticas, profundas y complejas, pero menos “aplicables”. Y esto es ya un error de apreciación, pues aquellas grandes filosofías de la Grecia clásica tenían un sentido totalmente práctico: no eran “disciplinas escolares”, sino estilos de vida orientados a la renovación del practicante. Ese conocimiento siempre estaba orientado al cultivo de la virtud (areté, “excelencia”), no era algo simplemente reflexivo. Si bien la filosofía estaba emparentada con el actual sentido de la ciencia, no menos tenía un matiz de lo que el posterior mundo heleno judaizado y cristianizado llamará “santidad” comprendida, naturalmente, desde un punto de vista muy diferente.
 
No sabemos mucho del cultivo de estas técnicas por los primeros presocráticos, pero sí conservamos información acerca de los pitagóricos, así como ciertos datos sobre Empédocles e indicios relativos a Parménides; parece, en suma, que dichas técnicas se desarrollaron más, o por lo menos su conocimiento se ha conservado mejor, en la Magna Grecia que en Jonia. En general, entre estos filósofos, tales prácticas eran algo que se daba por hecho quizá “rutinas”, y se limitaban, cuando lo hacían, a comunicar sus doctrinas “teóricas”, esto es, las conclusiones de métodos de indagación teórico-prácticos que, sin duda, debieron de tener vertientes más bien “terapéuticas” y “sanadoras” de la psyché (y con toda probabilidad, también del cuerpo; no hemos de olvidar que, p. ej., Empédocles era “médico”). Es sabido que abundaron entre ellos los trabajos de taumaturgia, sanación, meditación, dominio de la respiración, etc. Hoy tendemos a entender estos aspectos como un inevitable componente “supersticioso” en los albores del pensamiento científico, todavía no del todo desligado del mítico-religioso; pero habría que revaluarlos, pues no se trataba tanto de creencias sobrenaturales como de técnicas aplicadas de autognosis y autodominio destinadas a alcanzar la perfección como ser humano y, con ella, ciertos estados mentales de “felicidad” (ya se entienda ésta como “paz”, “indolencia”, “plenitud”, etc.). [Sigue más abajo]
   
 
 
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[Viene de arriba] En cuanto a Sócrates, ocurre algo similar: él no dejó obra escrita, sino que fueron otros sobre todo, Platón y Jenofonte los que transmitieron sus discursos; y pudieron hacerlo con absoluta fidelidad, pero centrándose en los aspectos más lógicos y éticos de su doctrina y omitiendo, sin embargo quizá por considerar que no era el “asunto” del que trataba, los aspectos más concretos y pragmáticos de su búsqueda de la excelencia humana, que no obstante traslucen en algunos de los diálogos platónicos. Sabemos que hablaba de una “terapia del alma”, y que practicaba la introspección no precisamente como un mero “pensar” sobre sí mismo, sino con un grado de profundidad y ensimismamiento que recuerda claramente las formas orientales de meditación. Asimismo, en Sócrates este ejercicio de autoanálisis va estrechamente ligado a prácticas ascéticas (dieta y bebida), a una relación muy particular (diríase “privada”) con “lo divino”, a la búsqueda de una purificación (casi ritualizada) a través del ejercicio dialéctico, etc.
 
Todavía en Platón, de formación pitagórica y órfica, iniciado en los Misterios, se atisba claramente una “doctrina oculta”, que probablemente no lo fue tanto en los círculos interiores de la Academia y que explicaría en gran medida las derivas místicas posteriores de ésta. Pero mucho de ello se anticipa ya en conocidos pasajes del Fedón, la República o el Timeo, en relación con la doctrina del alma y del “más allá”, y a su vez, con lo inteligible y el kósmos en general. Ello es particularmente claro en el Fedón, cuyo tema central es mostrar la filosofía (“búsqueda de la sabiduría”) como una preparación para la muerte; pero no debe entenderse tanto en el usual sentido de “estar preparado para cuando llegue el momento”, o “asumir el final de la vida con dignidad”, etc., con el que el propio discurso juega ambiguamente, sino más bien en un sentido velado, que tiene mucho que ver con el modo específicamente platónico de entender la filosofía como therapeía, a saber, como un “ejercer la muerte” ya en vida, esto es, un “habituarse a otro modo de ser” que es inseparable de su concepción de este mundo como el Hades (¡el cual no es punto de llegada, sino de partida, aunque en el Fedón todavía llame así, con este nombre “mítico”, al lugar de “destino”!). Este mundo, en efecto, es la “caverna” de la que el alma aspira a escapar en la famosa alegoría, en un ejercicio que requiere la preparación intelectual del alma, una idea de claro influjo egipcio de anábasis que libera de la katábasis, de la “caída” en que consiste la vida. Pero ese “abandonar la vida” es “morir”, y la filosofía en vivir como si se hubiera muerto, o se estuviera muriendo, a modo de tentativa y ensayo; en eso consiste para él, fundamentalmente, la sabiduría, un “saber morir de antemano”.
 
 
 

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28/1/2023
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