LO HISTÓRICO Y LO METAHISTÓRICO

 













LO HISTÓRICO Y LO METAHISTÓRICO






 
 
 
LO HISTÓRICO Y LO METAHISTÓRICO
De la confusión entre dos tipos de pasado
17-1-2024


Se cierne sobre nosotros de nuevo lo que podríamos llamar, con la bella expresión de Heidegger, la “medianoche del mundo”; una época de concatenación de crisis (económica, climática, energética, demográfica) que retroalimentan un peligroso círculo vicioso. No hace falta remontarse mucho en el tiempo apenas setenta y cinco años, tres cuartos de siglo para recordar los devastadores efectos a los que ese círculo vicioso nos puede llevar. Nos encontramos, en efecto, debido a esas crisis, con una creciente involución democrática y un cuestionamiento de las instituciones que conducen hacia modelos políticos posdemocráticos o “democracias autoritarias”; esto va acompañado de un auge de las creencias irracionales y los sesgos ideológicos, lo cual, unido a lo anterior, genera un fuerte malestar psicosocial y una escalada de los discursos conspiranoicos y de odio y, en consecuencia, de la polarización social, todo ello potenciado a su vez por las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (ante todo, las redes sociales y muchos de los nuevos héroes emergentes, los influencers). Este fatídico conjunto alimenta el negacionismo científico, que afecta a diversos campos desde el terraplanismo o los chemtrails a la negación de la propia biología humana, que se quiere ver como un “constructo político”, pero se torna especialmente peligroso en lo tocante al cambio climático, cuyos efectos empiezan a ser tan patentes como devastadores; y, cómo no, en este clima de oscurantismo y creciente involución tribal, cerrando el círculo siniestro, se alientan como soluciones el fanatismo religioso y diversos discursos populistas cuyo peligro histórico está más que comprobado (nacionalismos varios e ideologías neofascistas).
 
Los incontables análisis y advertencias sobre estos fenómenos en expansión tienen, todos ellos, su parte de verdad. Y, sin embargo, todos están incompletos e incluso yerran por lo que respecta a la causa última de los mismos; por aquello que, de hecho, los aglutina. ¿Qué es lo que falta aquí? ¿Qué es lo que no ven?
 
Eso que no ven es precisamente aquello de lo que se ocupa la filosofía, cuya contribución al análisis y la crítica se hace aquí insoslayable. A saber, que hay en nosotros algo pasado (pero que no ha dejado de ser, sino que sigue ahí: es lo perenne) que convive con el presente (lo histórico) a través de mediaciones que son biológicas (tienen una base material orgánica), pero están moduladas culturalmente (es decir, por canales simbólicos). Esto no es reconocido, por lo general, y hasta se niega con vehemencia desde ciertas posiciones teóricas, hoy dominantes, que pretenden reducir todo “lo humano” a puntos de vista historicistas, culturalistas y/o relativistas, como un “puro devenir” que se hace sobre la marcha, sometido únicamente a influencias ambientales, exteriores, y carente de toda estructura interior, de algo que permanezca en ese torrente de cambios; en realidad, lo que pretenden más bien es disolver lo humano. Ciertamente, el atenernos o no a la existencia de algo más que lo devenido, que lo histórico-cultural, es el origen fundamental de toda discrepancia política, del enfrentamiento entre diversas “visiones del mundo”; de hecho, esta elección filosófica, tan frecuentemente inadvertida, es anterior a las mismas, que no son sino su consecuencia.
 
Entretanto, el no entender bien “lo pasado” da lugar a un error frecuente, y de enormes y lamentables consecuencias, que es confundir lo perenne, lo siempre-ya-sido, con lo acaecido históricamente con la historia, a fin de cuentas, y verse obligado a elegir entre esas dos modalidades de lo temporal como determinantes fundamentales de nuestra existencia. Ello da lugar a muy diferentes percepciones del mundo, esto es, a distintas relaciones prácticas con nuestro mundo (con los otros, con lo otro, y, mediados por ambos, con nosotros mismos). En lo esencial, porque “disponemos” de nuestra vida, “hacemos uso” de ella, ya sea proyectando nuestro futuro a partir del presente, asumido como flujo de cambios constantes que es preciso mantener dinámicamente, o a partir del pasado, entendido como suma de momentos aislados de dicho flujo que es preciso preservar estáticamente. Un modelo basado en la exploración de posibilidades nuevas, ya resulten buenas o malas, frente a otro basado en la repetición de lo viejo que demostró ser bueno así lo fue desde la perspectiva de quien lo defiende, claro está. En suma, un modelo discontinuista frente a otro continuista. Pero se trata, en realidad, de un falso dilema, al que se acogen los individuos (y, lo que es más importante, los colectivos que forman bloques cada vez mayores y más polarizados) no como un planteamiento puramente teórico, evidentemente, sino como una disposición práctica que mira ante todo por sus intereses materiales y su estatus social, los cuales creen que así conservarán o incrementarán.
 
No obstante, tarde o temprano, ambas opciones mutuamente excluyentes, claro está suelen conducir al desengaño, a una profunda decepción (la cual no impide, en cualquier caso, enrocarse desesperadamente en aquéllas, especialmente en tiempos de crisis, cuando tales percepciones divergentes de la realidad se agudizan), precisamente por estar mal planteadas de raíz, por ser éste un pseudodilema. El falso dilema sobre el que se sostiene, y por eso nunca se aborda, porque no se puede abordar, toda la arquitectura sociopolítica occidental, con su monstruosa e imparable inercia. A fin de cuentas, nos obligan a elegir entre la verdad sin sentido o el sentido sin verdad. Y, ciertamente, no se puede vivir así. No de forma mayoritaria y a largo plazo, aunque haya mayorías cortoplacistas o minorías que puedan vivir permanentemente encerradas en una burbuja de contradicción.
 
Bajo este dilema sociopolítico que define Occidente, y cada vez más el mundo entero, y que parte de un error de apreciación, lo que subyace es efectivamente una elección filosófica que no ha sido en general bien planteada. Todo remite a eso “perenne” de lo que hablaba antes, que no es lo histórico ya acaecido, sino algo de otra naturaleza que bien podríamos llamar, si no diera lugar a más equívocos, lo “prehistórico”. De hecho, guarda relación con el largo pasado evolutivo de la especie y con el modo en que lo biológico (lo vital) se preserva en nosotros, animales culturales. Sin embargo, con respecto a lo meta-pasado tenemos, por un lado, a quienes lo niegan para acogerse solamente a lo histórico y cambiante (“nihilistas”), y por otro, a quienes lo asumen literalmente, creyendo que es algo realmente ocurrido en el pasado histórico, y por tanto pretenden revivir lo que, como tal, nunca fue (“reaccionarios”). Al final, éste es el origen de la polarización social y política en que nos debatimos, la que se da entre “progresistas” y “conservadores”. En cuanto a los “liberales”, su postura híbrida es mero oportunismo económico-político. Busca los medios para la consecución de fines materiales y de estatus, pero nunca de fines “últimos”, de tipo moral; y por eso, al final los liberales siempre son en realidad o progresistas o conservadores, y se alían con quien corresponda.
 
Nuestro meta-pasado biocultural se conserva en nosotros de formas que están ya culturalmente investidas; nunca “se nos da” de forma directa, pura lo cual es imposible, y de ahí surge la confusión en origen entre dos modos unilaterales de relacionarse con el pasado: el que lo agota todo en la propia cultura, y el que busca una trascendencia irreal a la misma. Desde luego, el pasado primordial no queda preservado como los recuerdos de algo que ocurrió literalmente, sino como figuras mítico-simbólicas a las que cada cultura dota de un contenido pseudohistórico concreto. De esto he hablado en muchos escritos anteriores, a los que me remito. La cuestión ahora es que la solución al falso dilema planteado sería la integración de lo simbólico en un proyecto educativo, cultural (editorial, artístico, mediático, etc.) y político. Es un hecho palmario, salvo para quien esté ciego a estas cuestiones, que no se puede “desterrar a los poetas”; otra cosa es quiénes son hoy en día los poetas, por supuesto y seguramente no los estamos buscando en el lugar adecuado. Se hacen imprescindibles, y yo diría que hasta urgentes, las transiciones suaves y cuidadosas entre el pasado, el presente y el futuro. En ello consistiría una “Ilustración ampliada”, la cual no se encerraría en lo racional puro, sino que incorporaría lo simbólico bien entendido, de lo cual estamos tan huérfanos. En eso consistió siempre, en el fondo, la sabiduría, a diferencia de la ciencia.
 
Por descontado, esto queda muy por encima de la absurda opción entre las “ciencias” o las “letras”, pues ni ésta corresponde en absoluto al dilema entre los partidarios de lo histórico (en sus dos modalidades) y los de lo meta-histórico, ni se puede decir siquiera que el ámbito de las “letras” (las “humanidades”, por lo menos tal y como son entendidas actualmente en los círculos académico-editoriales) sea el que se hace cargo de lo simbólico primordial. Esto, antes bien, lo encontramos en la religión, la mitología, el psicoanálisis, etc. Y de todo ello se ocupan mejor disciplinas científicas, cuya mediación con la formación del individuo sí sería la genuina labor “humanística”. Pero la comprensión última de ese trasfondo meta-histórico es cosa de la filosofía, precisamente por lo que ésta tiene de meta-físico. No obstante, ello ya es demasiado problemático para que siga en esta ocasión.
 
 
 
>>Keywords: Historia, Meta-historia, Pasado mítico, Simbolismo profundo, Meta-pasado.
>>Añade Caminos del lógos a la pantalla de inicio de tu móvil (
⋮), y no te pierdas ninguna publicación.




 
Libros y revista
   
 
 
 
Entradas recientes

NATIVIDAD Y REDENCIÓN DEL TIEMPO

22/12/23

La Navidad es la fecha por excelencia de celebración del nacimiento (“natividad”) o, casi sería mejor decir, del “renacimiento”. Porque es eso lo que un impulso atávico en el ser humano, algo tan antiguo como la especie, quiere conmemorar, quiere traer de vuelta. Lo que ahora se evoca, y no importa demasiado si es bajo la tradición cristiana del nacimiento de Jesús, o la del Dies Natalis Solis Invicti romano, o simplemente la del solsticio de invierno [...]
VERDAD, FE Y SENTIDO

21/11/23

La filosofía, cuando verdaderamente es tal, es la aspiración a la sabiduría, lo cual quiere decir que no es un saber especializado en un campo concreto, ni uno que supuestamente fundamente o divulgue o extraiga aplicaciones pragmáticas de otras disciplinas teóricas. Más bien consiste en el esfuerzo por organizar el pensamiento, con un elevado grado de autoexigencia, a partir del conocimiento de “lo que hay” ‒por lo general, esto sí, brindado por [...]
SABIDURÍA E HIPERTECNIFICACIÓN

14/7/23

El terreno de eso que llamamos “sabiduría” no se puede reducir, obviamente, a una forma específica de teoría. Por eso la filosofía contemporánea, que en gran medida ha querido reducirse a teoría de la ciencia o, en todo caso, a un saber teórico homologable a las ciencias humanas o a las sociales ‒para encontrar su acomodo y “legitimidad” en la universidad‒, se ha alejado progresivamente de aquel viejo ideal de la sabiduría [...]
EL SUPERHOMBRE Y LA NOBLEZA

23/6/23

Aunque la idea del superhombre no aparezca explícitamente formulada como tal en la obra de Nietzsche hasta algunos fragmentos póstumos de finales de 1882 ‒y públicamente en el Prólogo del Zaratustra de 1883‒, estaba ya presente implícitamente desde sus primeras obras, siempre en el contexto de la reflexión sobre lo griego y lo trágico; o, en un sentido más general aún, sobre lo intempestivo, esto es, acerca de [...]

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Déjanos tu opinión, ¡gracias!