¿Tecnofobia o tecnofilia? ¿Es la tecnología nuestra perdición o la oportunidad de salvación de la humanidad?
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El desarrollo tecno-económico nos
pone hoy ante un dilema.
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Nos jugamos nuestra propia
existencia
LA CAJA DE PANDORA DE LA TÉCNICA
El capitalismo y el desarrollo tecnológico ante sus límites
Por D. D. Puche
Un importantísimo debate actual recuerda
el dilema planteado por el mito de Pandora: Zeus le entregó una caja (un
ánfora, en las versiones más antiguas) como regalo para la humanidad ‒él ordenó
crear a esta primera mujer, como castigo por la desobediencia de Prometeo‒ y le
dijo que no la abriera; naturalmente, su curiosidad la llevó a hacerlo, y de la
caja surgieron todos los males del mundo: enfermedad, guerra, muerte... Un mito
análogo al del árbol de la ciencia en el judeocristianismo (de hecho, Pandora
es equivalente a Eva), aunque con matices morales diferentes. La cuestión es
que Pandora se da cuenta de su error, y cierra la caja “a tiempo”. Pero, ¿a
tiempo de qué? ¿Qué contiene la caja? Algunos dicen que los males
definitivos, los que erradicarían la humanidad de un golpe, como si nunca hubiera
existido. Otros dicen que un gran bien… Temor y esperanza, las dos grandes emociones
humanas, como siempre han dicho los clásicos (hasta tiempos recientes no se
llevaba lo de meter ahí el amor).
El importantísimo debate que
evoca este dilema es, cómo no, el de la técnica. Ante la coyuntura
histórica en que nos encontramos, con un probable colapso ecológico en ciernes,
retroalimentado por sucesivas crisis económicas ‒hay otra a la vuelta de la
esquina‒, demográficas y energéticas, ¿qué debemos hacer? ¿Apostarlo todo a la
tecnología, que habrá de sacarnos del bache, o ponerle freno inmediatamente al
desarrollo industrial e implementar políticas de decrecimiento económico y
des-tecnificación, rebajando nuestros estándares de vida para hacerlos
sostenibles en un planeta que parece no dar mucho más de sí? ¿Ponerlo todo en
la fusión nuclear, la bioingeniería y la captura de carbono (tecnologías que
son esperanzadoras, pero que están aún en estado embrionario y no sabemos si
llegarán a tiempo de salvarnos)? ¿O abandonar las ciudades cuanto antes,
especialmente las grandes metrópolis costeras (que se va a tragar el mar en las
próximas décadas), dispersarse por el campo y formar comunidades agrarias relativamente
autónomas con niveles de consumo/emisiones anteriores a la Revolución
Industrial? Estos son los extremos, entre los que, cómo no, hay toda una escala
de grises.
La comunidad científica es por su propia naturaleza tecno-optimista, y apuesta mayoritariamente por la primera opción; los científicos suelen pensar que, por muchas que sean las contrapartidas de la tecnología, el balance siempre ha sido positivo, y que ninguna otra solución va a llegar antes ni va a ser compatible con el mantenimiento de una población de más de siete mil millones de personas. Pero incluso entre los científicos (y esta opción crece drásticamente entre los que no lo son: activistas políticos de la izquierda, ecologistas, y miembros de diversos colectivos sociales) hay apocalípticos que consideran que ya es demasiado tarde para esas tecnologías, que hubieran sido ciertamente valiosísimas… en los años 90 y primeros 2000, pero ya no. No es que crean que el decrecimiento económico y la involución técnica van a hacer sostenible la humanidad, sino que son la última solución ante el colapso de ésta, que ven como ya inevitable. No garantizarían la supervivencia de esos siete mil millones, pero es que los “apocalípticos” dan por hecho ‒aunque suelen decir estas cosas de modo implícito, porque no se venden bien‒ que un porcentaje significativo de la población mundial va a perecer en las próximas décadas, sobre todo a partir de 2030, y probablemente de forma masiva a partir de 2050.
Éste es el dilema. Tenemos una caja de Pandora entre manos. ¿Qué haremos con ella? ¿Qué queda en su fondo, aguardando para salir? ¿El Apocalipsis o una tregua para la humanidad, quién sabe si de unas cuantas décadas más o de siglos? En general, la tecnología siempre ha sido la solución y se ha impuesto, pero es cierto que los límites de sostenibilidad parecen haberse traspasado ya; la transformación del medio para satisfacer nuestras necesidades deja de ser biológicamente adaptativa cuando se destruye dicho medio más allá de ciertos límites de regeneración. Y éstos estarían ya más que traspasados. O dicho de otra forma: a los economistas (especialmente los liberales) les encanta decir que “la economía no es un juego de suma cero”, pero es que no tienen en cuenta los factores ecológicos, que introducidos en la ecuación, probablemente sí hacen de la economía un juego de suma cero; lo que se gana en crecimiento quizá se pague inexorablemente en deterioro del medio ambiente, abstraído siempre de los cálculos como si no importara. Hoy estas cuestiones ya no se pueden obviar. ¿Cuál es tu postura ante este dilema? ¿Qué crees que va a pasar en las próximas décadas?
La comunidad científica es por su propia naturaleza tecno-optimista, y apuesta mayoritariamente por la primera opción; los científicos suelen pensar que, por muchas que sean las contrapartidas de la tecnología, el balance siempre ha sido positivo, y que ninguna otra solución va a llegar antes ni va a ser compatible con el mantenimiento de una población de más de siete mil millones de personas. Pero incluso entre los científicos (y esta opción crece drásticamente entre los que no lo son: activistas políticos de la izquierda, ecologistas, y miembros de diversos colectivos sociales) hay apocalípticos que consideran que ya es demasiado tarde para esas tecnologías, que hubieran sido ciertamente valiosísimas… en los años 90 y primeros 2000, pero ya no. No es que crean que el decrecimiento económico y la involución técnica van a hacer sostenible la humanidad, sino que son la última solución ante el colapso de ésta, que ven como ya inevitable. No garantizarían la supervivencia de esos siete mil millones, pero es que los “apocalípticos” dan por hecho ‒aunque suelen decir estas cosas de modo implícito, porque no se venden bien‒ que un porcentaje significativo de la población mundial va a perecer en las próximas décadas, sobre todo a partir de 2030, y probablemente de forma masiva a partir de 2050.
Éste es el dilema. Tenemos una caja de Pandora entre manos. ¿Qué haremos con ella? ¿Qué queda en su fondo, aguardando para salir? ¿El Apocalipsis o una tregua para la humanidad, quién sabe si de unas cuantas décadas más o de siglos? En general, la tecnología siempre ha sido la solución y se ha impuesto, pero es cierto que los límites de sostenibilidad parecen haberse traspasado ya; la transformación del medio para satisfacer nuestras necesidades deja de ser biológicamente adaptativa cuando se destruye dicho medio más allá de ciertos límites de regeneración. Y éstos estarían ya más que traspasados. O dicho de otra forma: a los economistas (especialmente los liberales) les encanta decir que “la economía no es un juego de suma cero”, pero es que no tienen en cuenta los factores ecológicos, que introducidos en la ecuación, probablemente sí hacen de la economía un juego de suma cero; lo que se gana en crecimiento quizá se pague inexorablemente en deterioro del medio ambiente, abstraído siempre de los cálculos como si no importara. Hoy estas cuestiones ya no se pueden obviar. ¿Cuál es tu postura ante este dilema? ¿Qué crees que va a pasar en las próximas décadas?
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