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LA CORTESÍA DEL FILÓSOFO

Leyendo los comentarios y respuestas de gran parte de los lectores (de éste o cualquier otro medio), da la impresión de que nadie conteste al texto que (no) ha leído, sino más bien que pretende confirmar sus propios sesgos cognitivos. 
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Filosofía  |  Artículos

LA CORTESÍA DEL FILÓSOFO

O "La soledad de quien escribe"

 Por D. D. Puche
@HellstownPost


La claridad es la cortesía del filósofo, decía Ortega, pero el filósofo no tiene por qué ser cortés. El propio Ortega, cuando tuvo que elegir entre ser filósofo o ensayista, se decantó por lo segundo, porque se gustaba mucho a sí mismo y quiso el éxito presente antes que el futuro; así, se perdió un gran filósofo. Pero es que la filosofía ‒no la carrera, que ésa la regalan‒ es cosa muy complicada: requiere el conocimiento de un vocabulario técnico altamente especializado, grandes dotes de abstracción y análisis, y cómo no, estar familiarizado con una sintaxis dura que suele hacerse necesaria para la transmisión de pensamientos complejos. Normalmente, quien no ha dedicado unos cuantos miles de horas en leer a Aristóteles Kant, Hegel o Heidegger, es totalmente incapaz de profundizar en lo que la filosofía dice, es más, ni siquiera suelen entender “de qué va” eso de la filosofía. Es un saber especializado que exige formación, como cualquier otro.

Algo cada vez más frecuente, sobre todo gracias al nuevo Foro (internet) y a las nuevas palestras de logomaquia (las redes sociales), es esa gente que te escribe muchos comentarios del estilo “es un texto muy malo, no entiendo nada”, “el autor se cree demasiado inteligente; se nota en su forma de expresarse”, “¡uf!, demasiado largo, no voy a leerlo”, o simplemente “déjate de tanto raciocinio, la verdad está en la Escritura”. Todos estos comentarios son literales, están copiados y pegados, si bien les he arreglado la ortografía, que suele ser la de un niño de diez años con un problema de lectoescritura severo. Ése es el nivel que uno encuentra a menudo. En fin, ¿qué responderles? ¿Para qué responderles? Ésta es una página de filosofía, no de didáctica o de divulgación filosófica. La sencillez y brevedad que tales lectores (algunos reconocen no haber leído los textos que comentan) exigen, sencillamente, no es exigible. De hecho, sólo revela su sencillez y brevedad mental.

La heterogénea mezcla de lectores que se pasean por las páginas de filosofía de internet ‒la mayoría de las cuales tienen de filosofía sólo el nombre‒ y recalan aquí dando la lata, y a los que no tenemos ningún interés en retener, incluye, entre otros: a) los magufos que te sueltan sus discursos paracientíficos (desde naturalistas neo-hippies en contra de las vacunas y los transgénicos a fanáticos religiosos advirtiéndote del poco tiempo que te queda para convertirte a Cristo); b) los diletantes que han leído en su tiempo libre cuatro cosillas de Nietzsche o Foucault (o de Ortega, claro) y ya se creen llamados a corregir a cualquiera, dada la vastedad de su conocimiento (y que, en cuanto no entienden un texto, lo cual ocurre a menudo, creen que éste no puede tener sentido); c) los extraviados que sólo pasaban por allí curioseando ‒a ver si encontraban una frase o un meme ingeniosos‒ y, tras leer dos frases, se sienten ofendidos (“discriminados”, seguramente) por una sintaxis difícil, pues sólo tienen la capacidad de leer algo de la extensión de un tweet; e incluso d) los del gremio, los titulados en filosofía, que usualmente también se sienten personalmente agredidos por el hecho de que alguien sostenga algo que no han leído en sus libros de cabecera (porque a sus autores no se les puede añadir ni quitar nada). O peor aún, los que te hacen la lectura de género” de lo que escribes y te llaman al Nuevo Orden de la Homologación Política al que todo el mundo debe someterse. Todos éstos, desgraciadamente, abundan por aquí.

“Un momento”, objetan algunos que ahora mismo enarcan las cejas. “Yo puedo opinar lo que quiera: es lo democrático”. Sí, puedes decir lo que quieras en tu casa, o en el foro donde se te pida expresarte. Aquí las opiniones no son bienvenidas. Y si no entiendes la diferencia entre argumentar y opinar, tampoco tú lo eres; la filosofía nunca ha tenido nada que ver con le segundo. Es más: es su antítesis. En esta humilde página, si el tema no te interesa o no lo entiendes, pregunta educadamente lo que quieras, y si no, vete sin hacer ruido. Insistamos en esto: aquí nos dedicamos a la filosofía. Es complicada. Abrir vetas nuevas es dificilísimo. Ni siquiera existe el lenguaje para hacerlo, y hay que explorarlo sobre la marcha, yendo más allá de los referentes teóricos de los que uno parte (si te quedas en ellos, es que nunca has pensado nada). Es un trabajo arduo y solitario, más bien un arte que una técnica o una ciencia. Es como pescar: un día te cobras una buena pieza, y al otro pierdes horas sin conseguir nada, hasta que abandonas muy frustrado. Muchos días son de esos últimos. Pero que nadie venga a aquí a exigir lo que no hemos prometido. Hablamos de esos, acostumbrados a estándares “filosóficos” como Savater o Marina, o a los libritos de Rojas Marcos, o peor aún, a Jodorowsky, esos que, al no encontrar aquí esos discursos de consumo rápido, el “plug-and-play cultural”, te piden la hoja de reclamaciones. Éste no es vuestro sitio. No pasa nada; seguid vuestro camino. Ha sido un placer, hasta nunca. Si no entendéis una frase larga, es problema de vuestra formación, no de nuestra forma de escribir. Que no se exalte ningún analfabeto funcional que cree que puede leer filosofía cuando todavía lee con el dedo.

Siéntanse invitados a quedarse todos los interesados en la materia, a ser posible los que la trabajen de algún modo; y si no, aquellos a los que les pueda interesar este work in progress. Los demás, lo tienen muy fácil: pueden irse como llegaron, seguramente por error. El que se quede, que critique y discuta lo quiera. Encantados de debatir con ustedes. Pero el resto que no molesten. Cierren al salir. 




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