No se puede negar que la
crisis, no obstante el abismo al que nos empuja, tiene aspectos epistemológicos
y filosóficos interesantes, como la explicitación de la falsedad absoluta del sistema –para quien no fuera ya consciente de
ella– que se revela en el hecho de que su “ciencia rectora” carece de toda
cientificidad. La Economía, en efecto, demuestra no tener carácter predictivo alguno, y ello pese al aparato
matemático que emplea; únicamente puede justificar
a posteriori lo que ha pasado (la inefectividad de las medidas tomadas), y
ello con total discrepancia entre los
analistas. Ello la refuta de inmediato como supuesta “ciencia”. Es
totalmente incapaz de hacer predicciones que se cumplan, cuanto menos
(atendiendo a su carácter de “ciencia social” y por tanto “estadística”, es
decir, que juega con probabilidades)
dentro de unos márgenes aceptables. Realmente, el carácter predictivo de la
Economía sólo se cumple en condiciones “normales”, “estables”, esto es, controladas políticamente; sólo posee
carácter predictivo cuando todo va bien, pero deja de tenerlo en cuanto las
cosas fallan. No es, por tanto, una ciencia. Una ciencia que sólo “funciona” en
unas condiciones creadas políticamente y que es incapaz de anticipar lo que
ocurrirá fuera de éstas (y estamos, precisamente, ante un absoluto vacío político, con líderes políticos
preguntando a economistas qué deben hacer), una ciencia totalmente dependiente
de la que demuestra ser la única
intervención capaz de encarrillar de nuevo las cosas –la decisión política–, es en realidad pura ideología: la ideología que
pretende hacer pasar por “racional” un determinado estado de cosas (unas
determinadas relaciones de poder) que es sólo coyuntural. Tiene la misma cientificidad que las predicciones del astrólogo
que anuncia que el rey va a ejecutar a alguien, cosa que efectivamente el rey
hace, porque el astrólogo ha dicho que era su destino. Una Economía que se identifica absolutamente con un determinado modo de producción (el capitalista), cuyo final no es capaz de imaginar siquiera porque sólo puede producir efectos en condiciones de "normalidad" que son siempre creadas
por un poder político (mediante su legislación y su consecuente aseguramiento
policial y militar), demuestra ser lo que siempre fue: un conjunto de técnicas,
una artesanía, para optimizar el beneficio
en dichas condiciones, más allá de las
cuales no puede ver, porque toda exterioridad al sistema económico-político
(que, por supuesto, considera absolutamente “natural”) no existe para ella.